Apreciar la belleza de una cara o una sonrisa es, por lo general, un juicio personal y subjetivo. Sin embargo, las estimaciones que hacemos sobre lo que es bello o no, vienen en gran medida determinadas por la época en la que vivimos y los cánones generales establecidos.
En la actualidad, el público en general considera bellas las caras balanceadas y simétricas, con perfiles convexos y protusivos, con óvalos no redondeados, pómulos y barbillas claras y marcadas, labios prominentes y abiertos, así como con dentaduras grandes y vistosas (fuente: Clínica Birbe). La simetría, sin embargo, es el único parámetro objetivable de todos estos, además de haber sido considerado a lo largo de la historia como un factor condicionante para determinar la belleza: desde Policleto o Leonardo Da Vinci hasta los profesionales modernos, todos coinciden en señalar la simetría como un factor clave para objetivar la belleza.
Por lo tanto, la sonrisa ideal depende en gran medida de la simetría, aunque no hay que olvidar que también influye en su armonía el equilibrio de las facciones y de las piezas dentales de cada persona. Factores como la forma, la posición o el color de los dientes afectarán lógicamente al aspecto de la sonrisa.
Una sonrisa armónica y con simetría dependerá de varias proporciones:
- de su forma (recta, arqueada, curvada, invertida…)
- de la relación de consonancia o discordancia entre el arco de los dientes y el contorno del labio inferior a la hora de sonreír
- del espacio de encía que se muestra al sonreír entre la comisura de los labios y la superficie de los dientes (puede ser amplio, mediano o estrecho)
Un estudio de la Universidad Loma Linda en California ha llegado incluso a estimar que la sonrisa perfecta debe ocupar por lo menos la mitad de la anchura de la cara, y estar repartida a partes iguales entre la izquierda y la derecha de una línea vertical imaginaria que pasaría por el centro de la cara. Según este estudio, los dientes deben seguir también ese eje y los protagonistas dominantes de toda la sonrisa deben ser los incisivos superiores, los cuales no podrían aparecer muy bajos cuando la persona sonriera. Este “diseño de la sonrisa ideal” tiene en cuenta también la parte de encía mostrada, debiendo de exponerse una pequeña parte.